En las situaciones apuradas lo que mejor funciona por regla general es aquello más simple ya que no se trata de solucionar un problema, solo se busca evitarlo.
Cuando la situación implica riesgo para la propia vida la sencillez ha de ser absoluta y así descubrimos el poder de un dedo, sí, un simple dedo, y no nuestro dedo sino el de nuestro adversario.
Un arma de fuego se convierte así en una trampa mortal para ese dedo capaz de torcer la voluntad de un hombre pero hay más recursos, testículos, garganta, cuello, codo.
Todo vale.
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