Quizás esta ha sido el arma más secreta, devastadora y terrorífica de la antigüedad y la edad media.
El inventor del arma fue un tal Calínico, un griego que puso sus conocimientos al servicios del Imperio Bizantino, pero las dudas sobre la paternidad, como en muchos otros casos, dejan huellas que nos llevan a la magnífica Alejandría y sus sabios que serían los transmisores del secreto.
Esta oscura arma pasó de boca en boca hasta el año 673 donde apareció para estremecimiento del turco, el Imperio Otómano ardió literalmente al contacto con el fuego griego, pero os preguntaréis ¿qué era el fuego griego?. Pues ni más ni menos que un lanzallamas, un arma de destrucción masiva en un campo de batalla de filas prietas, un infierno en los mares llenos de velas y cascos de madera.
Una mezcla de productos como el petróleo, la nafta y el azufre entre otros que generaban un líquido fluido que entraba en combustión con gran facilidad, flotaba sobre el agua y ardía con su contacto, y no solo eso, sino que ardía bajo la misma ya que uno de sus componentes era el salitre, que desprende oxígeno al arder y alimentaba de esta forma el fuego manteniendo la combustión bajo el agua, con lo que el mar se convertía en un bosque de llamas.
En tierra el artefacto no era menos terrorífico, hombres provistos de pequeños lanzallamas manuales causaban el terror en el enemigo. ¿Qué cómo funcionaba? así.
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