Hace poco rendimos homenaje al último combatiente de la Primera Guerra Mundial, con él se cerró la memoria viva de una guerra y es el momento de historiadores, de museos y de organismos públicos y privados de conservar la memoria de una terrible guerra.
Hoy mostramos como era una trinchera por dentro, por suerte para nosotros es época seca y no la tenemos inundada, ni con barro hasta los tobillos, ni veremos enormes ratas que muerden a heridos y cadáveres, ni veremos a esos heridos y cadáveres en cualquier esquina, no sentiremos el frío helado que nos corta la cara y las manos día y noche, o el calor asfixiante que nos empapa en sudor, ni oleremos el hedor de cientos de hombres amontonados en un espacio reducidísimo sin poder lavarse lo más mínimo, ni sentir el miedo continuo a una muerte horrible, ni experimentaremos la asfixia de las rudimentarias máscaras antigas, ni ...
Bueno, simplemente veremos como era la estructura de una trinchera, que ya es suficientemente duro.
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