Hay aviones que se ganan un trocito de nuestro corazón, aparatos que sirven durante muchos años con eficacia y solvencia, y que según envejecen se resisten a perder protagonismo, luchan por mantenerse activos y cumplir en el cielo y no en un museo.
El F5 es uno de esos, un viejo tunante empeñado en lucir escarapela junto a los jóvenes que lo siguen. Caza en sus tiempos, maestro resignado en otros, pero siempre, siempre, cumpliendo como un verdadero pata negra.
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