Que nadie duerma en Pekín hasta que se conozca el nombre del pretendiente misterioso, Turandot así lo ordena.
Lo que no imaginó Giacomo Puccini es que el la milenaria China de la Princesa Turandot sus antepasados Imperiales habían tomado medidas para que nada ni nadie perturbase el sueño de los dragones, una obra de leyenda oriental se levantaba en los confines del imperio para tal cometido.
La Gran Muralla nos recuerda de lo que es capaz el ser humano para lo bueno y lo malo, de la guerra al arte de la mano de la Gran Muralla y Turandot.
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